"Alicia abrió la puerta y se encontró con que daba a un estrecho pasadizo, no más ancho que una ratonera. Se arrodilló y al otro lado del pasadizo vio el jardín más maravilloso que podáis imaginar ... Pero ni siquiera podía pasar la cabeza por la abertura... ¡Cómo me gustaría poderme encoger como un telescopio! Creo que podría hacerlo, sólo con saber por dónde empezar...
De nada servía quedarse esperando junto a la puertecita, así que volvió a la mesa, casi con la esperanza de encontrar sobre ella otra llave, o, en todo caso, un libro de instrucciones para encoger a la gente como si fueran telescopios. Esta vez encontró en la mesa una botellita («que desde luego no estaba aquí antes», dijo Alicia), y alrededor del cuello de la botella había una etiqueta de papel con la palabra «BÉBEME» hermosamente impresa en grandes caracteres.
.... aquella botella no llevaba la indicación "veneno", así que Alicia se atrevió a probar el contenido, y, encontrándolo muy agradable (tenía, de hecho, una mezcla de sabores a tarta de cerezas, almíbar, piña, pavo asado, caramelo y tostadas calientes con mantequilla), se lo acabó en un santiamén.
-¡Qué sensación más extraña! -dijo Alicia-. Me debo estar encogiendo como un telescopio.
Y así era, en efecto: ahora medía sólo veinticinco centímetros, y su cara se iluminó de alegría al pensar que tenía la talla adecuada para pasar por la puertecita y meterse en el maravilloso jardín....
Pero, ¡pobre Alicia!, cuando llegó a la puerta, se encontró con que había olvidado la llavecita de oro, y, cuando volvió a la mesa para recogerla, descubrió que no le era posible alcanzarla. Podía verla claramente a través del cristal, e intentó con ahínco trepar por una de las patas de la mesa, pero era demasiado resbaladiza. Y cuando se cansó de intentarlo, la pobre niña se sentó en el suelo y se echó a llorar....
Poco después, su mirada se posó en una cajita de cristal que había debajo de la mesa. La abrió y encontró dentro un diminuto pastelillo, en que se leía la palabra «CÓMEME», deliciosamente escrita con grosella. «Bueno, me lo comeré», se dijo Alicia, "y si me hace crecer, podré coger la llave, y, si me hace todavía más pequeña, podré deslizarme por debajo de la puerta. De un modo o de otro entraré en el jardín, y eso es lo que importa.
Dio un mordisquito y se preguntó nerviosísima a sí misma: "¿Hacia dónde? ¿Hacia dónde?" ... Así pues pasó a la acción, y en un santiamén dio buena cuenta del pastelito....
-¡Ahora me estoy estirando como el telescopio más largo que haya existido jamás! ¡Adiós, pies! -gritó..."
Me gusta este fragmento del relato para referirme a lo que tratamos en clase sobre Tecnofobia y Tecnofilia. Tanto el "Bébeme" como el "Cómeme" de Alicia le resultaron desastrosos para entrar al precioso jardín que se abría ante sus ojos, supongo que el error estuvo en dejarse llevar por lo que otros decían que hiciese, sin detenerse a pensar cuál era el mejor modo de ingresar, o mejor aún, si valía la pena y era seguro ingresar.
¿Tecnofobia? |
¿Tecnofilia? |
Cuando en clase trabajamos los conceptos de Tecnofobia y Tecnofilia, lo hicimos entre otras cosas, a través del análisis de los videos de EPIC y Andalucía, sociedad de la información. Ambos son visiones de la tecnología de la información y el conocimiento. ¿Acertadas, equivocadas, incompletas? ¿Quién puede decirlo? Lo concreto, es que como docentes e investigadores, siempre debemos tender al equilibrio y agotar todas las instancias de búsqueda de respuestas antes de sacar una conclusión que, al menos, momentáneamente nos satisfaga. La idea es superar los análisis dicotómicos empobrecedores, tan caros a nuestra idiosincracia, y analizar las tecnologías dentro del contexto que le brindan los marcos políticos, económicos y culturales respectivos, reinterpretándo su utilización en las tareas de enseñanza, teniendo como referencia y guía los debates teóricos y prácticos actuales. Entonces... ¿qué podemos concluir hasta el momento?
Es innegable, el gran impacto que han tenido internet, los correos electrónicos, y las redes sociales en la forma que tenemos de comunicarnos y relacionarnos.
Se ha abierto un debate importante acerca de lo público y lo privado, la tecnología modifica la forma en qué solíamos pensar sobre la mayoría de las cosas y ha cambiado de forma permanente la sociedad que vivimos.
Si retomamos lo que decíamos en las anteriores entradas sobre que la tecnología es la herramienta, es claro que lo nos enriquece es su utilización, pero en qué nos empobrece. En ese sentido es importante que hablemos sobre la "sociedad de la información".
El texto que trabajamos de Raúl Trejo Delarbre data del año 2001, pero es sumamente actual en muchos de sus planteos, inclusive en ciertos acercamientos resultaría casi profético.
Así como durante el Renacimiento el Hombre cambia la percepción de sí mismo marcando un quiebre profundo con todo lo anterior para recuperar conceptos de la Antigüedad clásica; en nuestra época nuestros horizontes resultan, al menos en apariencia, expandirse de forma exponencial. Si el Hombre del Renacimiento transformó todo su entorno, qué no podremos cambiar nosotros si nuestras perspectivas son prácticamente planetarias.
La Sociedad de la Información, que es aquella en la nos guste o no, nos hallamos inmersos, tiene características bien definidas. Entre ellas, la sobreabundancia de datos, la omniprescencia de los medios de comunicación que facilitan plataformas para la interacción social, la irradiación y velocidad de la información que hace difusas las fronteras geográficas; la posibilidad de multilateralidad que sin embargo, sigue siendo centralizada por las mismas metrópolis culturales de siempre, logrando una homogeneidad en los gustos y consumos nunca antes alcanzada. También podemos citar la desigualdad, ya que la Internet no es ajena a la realidad, y reproduce las diferencias sociales, la desorientación frente a tanta información que debemos aprender a procesar y la posibilidad latente de que la Sociedad de la Información sea un nuevo estadio de desarrollo cultural y produzca la rehumanización de nuestra sociedad, tal como sucedió en el Renacimiento, frente a la avalancha de intereses comerciales en pugna.
Sin lugar a dudas, es una expresión de la globalización contemporánea. Y se basa en el esfuerzo por convertir la información en conocimiento, pero este es un proceso que lleva tiempo y reflexión por parte de todos los actores involucrados.
En palabras de Caroina Lion (2006, Imaginar con tecnologías. Relaciones entre tecnologías y conocimientos en la educación superior), citando a Bettetini y Fumagalli, la información es un bien primario, en cuanto refiere a temas relevantes, pero la información falsa, su deformación, es la negación misma de la información. También en sus palabras, se plantea la necesidad de seguir pensando a nivel local, cuáles serían los canales adecuados para la democratización de la enseñanza, el conocimiento y las tecnologías, no limitándose, como refiere Trejo únicamente al acceso, sino ampliando la cuestión al sentido político, cultural y pedagógico de la incorporación de tecnologías, su integración a los contenidos y la forma en que éstas favorecen la construcción del conocimiento. Claramente, la brecha digital, mediante políticas públicas bien definidas disminuirá con el tiempo, pero una vez superado el acceso y la marginación informática... ¿qué sigue?
Para cerrar esta entrada, y de manera nada formal, pero irremediablemente pragmática le podríamos decir a Alicia: "Cuidado con lo que comes, o bebes, y nunca, pero nunca aceptes regalos de extraños". Lo cual nos lleva a la legitimidad y credibilidad, pero ése ya es otro post.
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